jueves, 25 de junio de 2009

Historia de una lucha incansable

Todos los días a las seis de la mañana, Rafael Agustín Lluncor Medina, un muchacho de 28 años, se levanta sonriéndole a la vida; a pesar que su problema de insuficiencia renal haya deteriorado por completo sus riñones y causado múltiples caídas.

Sin embargo, rendirse no es una palabra que exista en su vocabulario, ya que sus ganas de vivir y su constante lucha por una condición más óptima y saludable ha sido el impulso para luchar contra aquella enfermedad que padeció d esde el momento que vio los primeros rayos de luz.

Todos los conocen como Chicho, el bromista, el amiguero, el servicial, el que muchos quieren; el que en pocas ocasiones deja de sonreír; porque no conoce de lamentaciones, como él dice: “Solo queda la resignación”.

Su madre Emma Medina Llontop entre lágrimas confiesa la difícil tarea que emprendió cuando se enteró que el bebé que tenía en brazos sufría una enfermedad congénita que marcaría su vida.

A los ocho años el pequeño Rafael recibió su primera hemodiálisis, su padre Rafael Lluncor Molocho, se resistió a la idea; no obstante, el estado crítico al que llegó el único hijo varón de la familia, lo obligó a adoptar esta medida.

Cuando Chicho tenía 9 años fue traslado del Hospital Almanzor Aguinaga Asenjo, ubicado en Chiclayo; al Hospital Guillermo Almenara, en Lima. Su padre con ayuda de la familia y con varios sacrificios lo acompaño durante todo el año que estuvo hospitalizado.

Una camilla, una silla de ruedas y hasta el suelo, era la cama que con suerte podía conseguir Don Rafael para estar junto a su hijo.

Cumpleaños, navidad, día de la madre y del padre, pasó junto a su viejo como le dice ahora, a pacientes del hospital, a enfermeras y al personal de limpieza; eran fechas importantes, pero la limitación económica y la responsabilidad de su madre, de trabajar y cuidar a sus tres pequeñas, resultaba un sueño imposible de cumplir.

Su rostro a simple vista denota alegría, pero sus ojos pequeños algo enrojecidos, reflejan frustración y tristeza.

Él les llama marcas de guerra, y es que las cicatrices, callosidades y el color ceniciento de su piel, indica la desafortunada historia de este muchacho, que con el pasar de los años, ha estado en coma tres veces, ha tenido varias convulsiones y estuvo en estado crítico en reiteradas ocasiones.

Su crecimiento también se vio afectado, por la descalcificación de sus huesos; además, de los problemas neurológicos que sufre actualmente.

El nefrólogo Abelardo Gonzáles Duarte, explicó que desde muy pequeño se le detectó esta enfermedad y que a pesar de sus diversas recaídas posee una buena condición.

“Por el momento él se encuentra en tratamiento para posteriormente realizarle un trasplante de riñón, para ello deberá pasar por una serie de evaluaciones, para asegurar que esta apto y pueda estar en la lista de espera”, expresó.

Asimismo, señaló que uno de los mayores retos es la reconstrucción de su vejiga, ya que esta es muy pequeña y no tiene un buen funcionamiento, lo cual ocasionaría el desgaste del riñón trasplantado.

Las estadísticas a nivel mundial demuestran que cada año por cada millón de habitantes, 150 personas sufren de insuficiencia renal. Los casos son muchos pero la atención médica escasa, aquel que no pueda acceder a un seguro por condiciones económicas, solo estaría destinado a morir.

La ley establecida por el gobierno afirma que todos podemos acceder a una atención médica sin necesidad de contar con un seguro; sin embargo, solo se ha acatado en los niños y en algunos adultos que se les hemodialisa una vez como regalo, cuando debería ser tres veces por semana.

Así como Chicho son innumerables las historias que encierran esta enfermedad, una esperanza de vida solo se obtiene con la actitud positiva, las ganas de vivir y luchar contra un problema llamado insuficiencia renal.

jueves, 18 de junio de 2009

Ojitos esperanzados




A lo largo de mi corta vida he sentido un fascinante interés por analizar cada aspecto que entorna una situación, hecho, circunstancia, como quieran llamarlo, entendí que la desgracia se disfraza de diversas maneras y reconoce en un instante su próxima víctima, la idea tan acostumbrada de que después de la tormenta llegará la calma no es ajena a mis pensamientos.

Los ojos de la personas reflejan alegría, orgullo, sufrimiento, desidia, desolación y hasta el infaltable desconsuelo; dicen que son las ventanas del alma, sin embargo, hay tantas cosas que descubrir detrás de una mirada.

El irresistible gustito por entrar a Internet, me hacia escribir a la velocidad de un rayo ante las preguntas y respuestas de los ciberamigos más conocidos, mi concentración era tal, que el saludo de mi madre pasaba inadvertido.

Ya eran las tres y media de la tarde y una persona cercana y a la vez conocida se asomo a inspeccionar mi desesperación por “sacar información” del MSN, una sensación extraña me escarapelo el cuerpo, torne la mirada hacia el joven regordete, de nariz ancha y perfilada, boca semiabierta, y mirada triste y esperanzada.

Mi única reacción en aquel momento, fue abrazarlo con todas mis fuerzas, una lluvia caía sobre mis mejillas, mojaba mis labios y hasta mi pecho, una lluvia como aquellas que se dan cuando un momento especial te embarga el alma.

Ojos esperanzados, era el clásico niño de anchas caderas y mejillas sonrojadas, el muchachito tranquilo que a la menor inclinación se dejaba ver la marca de la ropa interior, ¡todo un personaje! decían los muchachos del barrio.

Ausencia es la palabra más indicada para describirlo, ni madre, ni padre, todos sostenemos que padres son los que crían, pero ¿cuál es el grado de verdad?

El conocía su lugar de origen, sus apellidos lo denotaban, tener dos de más no le es muy cómodo hasta ahora, siempre he creído que el destino tiene dos caras, la de la infelicidad y la de la esperanza.

Se que he mencionado esperanza en varias partes de mi relato pero es que no existe otra forma de expresarlo, su vida es una historia inspirada en este sentimiento, su madre (adoptiva) fue su luz, su eje, su mundo, el ángel que lo cuidaba y protegía ante los ojos asechadores de la gente cruel y malintencionada.

Ojitos esperanzados cayó en profunda depresión cuando aquella lucecita se apagó, el deceso de su madre, fue uno de los tantos motivos que lo conllevaron a los vicios, desordenes y paseos mundanos.

Las malas amistades, su poca seguridad y sus fantasmas lo encaminaron por las vías incorrectas, muchos lo apreciaban, aconsejaban y gritaban, pero él ya había perdido la lucecita que lo mantenía en pie.

Fueron pasando los años y la coca, marihuana y BBC se convirtieron en sus nuevos aliados, los “amigos de su vida tormentosa”, la ley del clavado afirma que tienes que llegar al fondo para poder salir, desgreñado, desaliñado, caminaba por las calles sin mirar a su alrededor, mirada caída, actitud desganada, un muchacho inútil lleno de tristeza.

Siempre fue el indicado para las jodas de los muchachos, ahora mas aun “con sus porritos en mano”… quizás eso lo llevo al abismo.

Hombres de blanco recorrían sus escaleras su padre y hermanos con lágrimas en los ojos, despedían al menor de la generación, al pequeño de la casa, a la esperanza guardada.

Ha pasado año y medio desde este suceso y después de mucho tiempo vi a aquel niño que conocí cuando pedaleaba bicicleta, mientras papá y mamá desempacaban las maletas de mudanza, a mi primer amigo del barrio, al especialista en juegos de mesa, a mi mejor amigo de la infancia.

miércoles, 10 de junio de 2009

Era una historia...


La semana pasada me dijeron que mi constante tecnicismo al hablar es uno de mis grandes defectos, sin embargo, no al escribir, quizás porque cuando cojo un lápiz o un teclado, siento la libertad de opinar sin limitarme, sin seguir las reglas, ser libre, auténtica, capaz de expresar un sentimiento, una emoción, el apasionamiento por ciertas cosas que nadie conoce o solo algunos lo saben.
Historias de diversas mixturas, tonterías, colores, entonaciones, realidades, incoherencias, contradicciones.
Historias que fueron inspiradas en escenarios cotidianos, poco acostumbrados, en imágenes, circunstancias ajenas, problemas de parejas, en programas transmitidos por la TV.
Esta última opción resultará motivo insuficiente para crear una historia, esas narraciones extraordinarias de los cuentos de hadas.

En la universidad algunos compañeros afirman que soy una soñadora con pensamientos infantiles y con una creatividad que no va mas allá de un dibujo de paint, y no es que sea una idea muy lejos de la realidad… no soy infantil, pero si con una amplia imaginación… una niña por dentro, aunque se sostenga la idea loca que ya estoy vieja para eso.

Tres biberones de leche pasaban por mis manos cuando veía los dibujitos de mi época infantil, Bugs Bunny, el Pájaro loco y toda la saga de series y películas producidas por Disney; sin embargo, son solo algunos de los recuerdos más bonitos de mi niñez, porque en aquellos tiempos no existían las preocupaciones, contratiempos, solo la mirada de dos ojitos inocentes.
Esas tardes eran increíbles, tu biberón de leche, varias horas de diversión y momentos con mamá; serie tras serie captaban mis sentidos porque para mi eran historias increíbles, disparatadas, llenas de humor, ironía, ingenuidad.

No solo representaban un conjunto de historias donde un canarito decía veo un lindo gatito, o un coyote perseguía a un ave tan veloz que era imposible de alcanzar, o un conejo se metía en aprietos y sacaba de quicio a un pato negro, o un pájaro picoteaba por doquier y atormentaba a cualquiera que se atravesase en su camino y claro como olvidar al pionero de los dibujos animados, el ratón Micky con su novia Minnie, y sus amigos de siempre Goofy, Donald.

Muñecos, stickers, peluches… ¡era tal mi fanatismo!, hasta ahora tengo los VHS de todas esas series que marcaron mi vida como un lindo recuerdo, como la herencia para las futuras generaciones, como un privilegio que pocos tenemos.
Innumerables momentos he vivido a lado de estas series, películas, historias compartidas, tanto que la llegada a las cuatro de la tarde parecía interminable.
Diálogos, canciones, todas las sabia de memoria, cuando veía capítulos repetidos por el canal sintonizado o las películas una y otra vez, no era raro que mi hermano y yo cantáramos a una sola voz las canciones de “La sirenita”, “Aladin”, “El rey león”, y “Timón y Pumba” o hiciéramos la imitación de la risa del pájaro loco, o repitiéramos constantemente las frases de los Looney Tunes.

Se que la actividad era escribir sobre un solo programa pero es difícil de hacerlo, cuando los recuerdos te invaden y las manos toman cierta ligeresa al escribir.
En este momento mi rostro dibuja una gran sonrisa, emoción, porque aunque les parezca un tanto absurdo esos programas ocuparon ciertas ausencias que no es pertinente contar, al menos en esta ocasión, esos programas que influyeron en mi vida y que son el motivo para recordar … que alguna vez fui niña.

miércoles, 3 de junio de 2009

Una más de la familia


A lo largo de los años se han enumerado ciertos vicios que estimulan y ocasionan el placer y apasionamiento de un objeto con solo mirarlo: el alcohol, las drogas, los juegos, las compras y hasta el lenguaje, comete vicios.

Lo gracioso, es que a uno de lo objetos de los que muchos dependen no les llamamos vicio sino entretenimiento, fuente de conocimiento, explorador de nuevas realidades; cuando día, tarde y noche ciertas personas andan prendidos y no se despegan de la caja boba denominada TV.

La televisión, el vicio consumista de niños, jóvenes y adultos, el mal necesario de todos lo días, ha formado parte de todas las familias, porque si antes se consideraba el invento del milenio o el lujo a los que pocos podían acceder, ahora hasta la familia de Pipón, un muñeco muy guapo y de cartón, goza de una televisión en su vivienda.

Ya no es un privilegio, sino un requisito; pues la televisión cumple diversas funciones; de niñera para los niños, de esposo o esposa para las cabezas de la familia o de la amiga para la jovencita(o) de la casa.

El problema no es que tengamos este servicio a la mano, sino que las pocas líneas de comunicación queden en el olvido, porque si antes una reunión familiar era dialogar sobre los problemas que aquejaban a algún integrante del hogar, ahora ver una película, una serie o, un documental, es pasar tiempo en familia.

Es verdad, que gracias a la televisión hemos conocido diversos panoramas de manera más dinámica, real e integral, pero a la vez ¿no limitó nuestra imaginación? Si antes al leer un libro imaginábamos la historia con escenarios maravillosos, personajes impresionantes, fuera de cuadro y éramos un personaje más de la historia, es oportuno mencionar la limitación de tener todo reproducido a nuestro alcance.

A pesar de ello, la dependencia a este artefacto es decisión propia, no puedo catalogarlo de innecesario, ni ignorar sus grandes beneficios, solo cabe indicar que así como la TV, vendrán más adelantos que cambien la historia de la vida moderna y el concepto de tecnología, sin embargo, lo que nunca debe suceder es el reemplazo de aquellas cualidades e ideas que se han ido sembrando durante varias generaciones, por un aparato que caducará con el tiempo.

martes, 2 de junio de 2009

Milésima de segundos


Eran las tres de la tarde, presurosa caminaba por Sarmiento; el tiempo pasaba cada vez más rápido, llegar tarde era mi costumbre de todos los días, pues así llegara a la universidad en los cinco minutos de tolerancia, como dice mi viejo “la hora es la hora”.

Llegue a Bolognesi y no dejaba de ver el reloj, la vereda estaba casi vacía, no divisaba a ninguna persona esperando carro, mi inquietud e impaciencia se denotaban en el movimiento de mis pies, manos y hasta cabeza.

Cuando al fin divise una combi de etiqueta azul, bueno celeste; un paréntesis, hasta ahora no entiendo mi fanatismo por hacer comparaciones irrelevantes, ni que estuviera hablando de wiskys, bueno para no salirme del tema; inmediatamente arribe el vehículo.

Pensativa, meditabunda, absorta, ensimismada, y todos los sinónimos que puedan encontrar en el Word, pueden calificar mi estado en ese momento. Cuando alce la mirada y deje mi mundo interno, pude observar diversos rostros cada uno con características únicas en su especie; y con expresiones y posturas distintas.

De repente, mi monedero cayó del bolso, un hecho inesperado se aproximaba, mi corazón latía cada vez más rápido, las personas aterradas callaron.

Fueron milésimas de segundos, cuando un auto choco con otro y dio cuatro vueltas de campana, el vehículo se aproximaba, la gente gritaba, el conductor perplejo no ataba ni desataba había entrado en un estado de shock.

El cobrador, un jovencito de 17 años a lo mucho solo miraba como el auto se aproximaba brutalmente.

Solo faltaban cinco, cuatro, tres, dos y ahí estaba el auto a punto de chocar; los pasajeros del lado derecho cerraban los ojos mientras lentamente sentían el golpe de los dos vehículos.

La cabeza de la señora que estaba cerca de la puerta de la combi se desformaba lentamente, el desgarramiento del brazo derecho y las fracturas de ambas piernas, fue la parte más escalofriante.

La misma suerte corrieron los pasajeros que estaban cerca de la ventana derecha, grandes charcos de sangre chorreaban mientras trasladaban a las víctimas de tan desafortunado accidente, en aquella superficie llena de dolor y sufrimiento.

El olor se había impregnado en toda la zona, la muchedumbre curiosa auxiliaba a algunas de las víctimas que imploraban ayuda, aquel día nuestras calles se vistieron de negro, estábamos de luto, un minuto interminable de silencio no fue suficiente penitencia para tan terrible suceso.
Tres muertos, 10 heridos, un hecho que demostró los límites entre la vida y la muerte; y tan solo una historia más de la que ya estamos tan acostumbrados.

Mire reloj, ya eran las tres de la tarde, gire la mirada hacia el cobrador y le dije: "en la esquina, por favor".