A lo largo de mi corta vida he sentido un fascinante interés por analizar cada aspecto que entorna una situación, hecho, circunstancia, como quieran llamarlo, entendí que la desgracia se disfraza de diversas maneras y reconoce en un instante su próxima víctima, la idea tan acostumbrada de que después de la tormenta llegará la calma no es ajena a mis pensamientos.
Los ojos de la personas reflejan alegría, orgullo, sufrimiento, desidia, desolación y hasta el infaltable desconsuelo; dicen que son las ventanas del alma, sin embargo, hay tantas cosas que descubrir detrás de una mirada.
El irresistible gustito por entrar a Internet, me hacia escribir a la velocidad de un rayo ante las preguntas y respuestas de los ciberamigos más conocidos, mi concentración era tal, que el saludo de mi madre pasaba inadvertido.
Ya eran las tres y media de la tarde y una persona cercana y a la vez conocida se asomo a inspeccionar mi desesperación por “sacar información” del MSN, una sensación extraña me escarapelo el cuerpo, torne la mirada hacia el joven regordete, de nariz ancha y perfilada, boca semiabierta, y mirada triste y esperanzada.
Mi única reacción en aquel momento, fue abrazarlo con todas mis fuerzas, una lluvia caía sobre mis mejillas, mojaba mis labios y hasta mi pecho, una lluvia como aquellas que se dan cuando un momento especial te embarga el alma.
Ojos esperanzados, era el clásico niño de anchas caderas y mejillas sonrojadas, el muchachito tranquilo que a la menor inclinación se dejaba ver la marca de la ropa interior, ¡todo un personaje! decían los muchachos del barrio.
Ausencia es la palabra más indicada para describirlo, ni madre, ni padre, todos sostenemos que padres son los que crían, pero ¿cuál es el grado de verdad?
El conocía su lugar de origen, sus apellidos lo denotaban, tener dos de más no le es muy cómodo hasta ahora, siempre he creído que el destino tiene dos caras, la de la infelicidad y la de la esperanza.
Se que he mencionado esperanza en varias partes de mi relato pero es que no existe otra forma de expresarlo, su vida es una historia inspirada en este sentimiento, su madre (adoptiva) fue su luz, su eje, su mundo, el ángel que lo cuidaba y protegía ante los ojos asechadores de la gente cruel y malintencionada.
Ojitos esperanzados cayó en profunda depresión cuando aquella lucecita se apagó, el deceso de su madre, fue uno de los tantos motivos que lo conllevaron a los vicios, desordenes y paseos mundanos.
Las malas amistades, su poca seguridad y sus fantasmas lo encaminaron por las vías incorrectas, muchos lo apreciaban, aconsejaban y gritaban, pero él ya había perdido la lucecita que lo mantenía en pie.
Fueron pasando los años y la coca, marihuana y BBC se convirtieron en sus nuevos aliados, los “amigos de su vida tormentosa”, la ley del clavado afirma que tienes que llegar al fondo para poder salir, desgreñado, desaliñado, caminaba por las calles sin mirar a su alrededor, mirada caída, actitud desganada, un muchacho inútil lleno de tristeza.
Siempre fue el indicado para las jodas de los muchachos, ahora mas aun “con sus porritos en mano”… quizás eso lo llevo al abismo.
Hombres de blanco recorrían sus escaleras su padre y hermanos con lágrimas en los ojos, despedían al menor de la generación, al pequeño de la casa, a la esperanza guardada.
Ha pasado año y medio desde este suceso y después de mucho tiempo vi a aquel niño que conocí cuando pedaleaba bicicleta, mientras papá y mamá desempacaban las maletas de mudanza, a mi primer amigo del barrio, al especialista en juegos de mesa, a mi mejor amigo de la infancia.
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